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  NÚMERO 1 \ OPINIÓN
 

BIBLIOTECAS, BIBLIOTECAS ESCOLARES.

Rosa Regás. Escritora. Directora General de la Biblioteca Nacional.
Ganadora de los Premios Nadal y Planeta y recientemente condecorada como Chevalier de la Legion d’Honneur

 

 

A lo largo de la vida tenemos ocasión de llevar a cabo hazañas de distinto tipo, familiares, profesionales, lúdicas, todas ellas encaminadas a la suprema acción de crear. Los hombres y las mujeres gozamos de la facultad de crear, una facultad de la que carecen todos los demás seres de la creación, una facultad que nos proporciona un sentimiento de plenitud que poco tiene que ver con el gozo o la felicidad que buscamos en el éxito, en el dinero, en el reconocimiento, tan valorados por la sociedad en que vivimos.

Rosa Regás

El artista, el escritor, el pintor, el músico, extraen de su propio interior los elementos con los que crear ese mundo de ficción que acaba siendo más real que el mundo real del que proceden. Estos elementos son la memoria, la experiencia, lo que se ha aprendido, lo que se ha asimilado, en una palabra, lo que conforma su propia vida. Incluso todo aquello que se ha vivido pero que se ha olvidado. Nuestra vida está formada por esos olvidos en la misma forma en que cuenta con los recuerdos. Y en nuestra biografía han intervenido tanto los unos como los otros. Se diría que el olvido es uno de estos agujeros negros del universo que contiene en potencia un cúmulo de emociones, terrores, ternuras, vividos y olvidados, que en cualquier momento pueden estallar y mostrarnos en unos parámetros que tal vez no reconocemos pero que sabemos que son nuestros, un torrente de elementos que habrán de conformar nuestra creación. El escritor sin ser consciente de ello cuenta con el olvido. Pero la memoria igual que el olvido le aparece transformada por el tiempo, del mismo modo que el tiempo transforma los paisajes, los rostros, las palabras, la historia. Tal vez sea esta la razón por la que el escritor cree sinceramente que lo que vierte en el papel, lo que crea, es totalmente inventado, porque le ha llegado tan transformado que no lo reconoce como propio. Sin embargo, nada existe que puede convertirse en materia de creación si no ha pasado antes por el interior de nosotros mismos.

Con la lectura, el lector o la lectora hacen la misma operación. La lectura es también creación toda vez que para manifestarse el mundo de ficción del escritor, el lector ha de volcar en él su propia experiencia, su propia memoria, los elementos ocultos de su propio olvido. De ahí que el trabajo de leer, esa recreación de un mundo que nos ha ofrecido el autor, sea un trabajo para nuestras facultades mentales que se ponen en movimiento para colaborar en la creación. Esta creación nos proporciona un placer activo, distinto de los muchos placeres pasivos a los que nos tiene acostumbrados la sociedad del ocio, placeres que son pasivos en cuanto al trabajo que le exigen a nuestra mente y a nuestras emociones. La lectura en cambio nos exige atención y trabajo de las facultades mentales que tantas veces nos mantienen esclavos del texto. Es en la lectura donde las desarrollamos y donde ejercitamos las distintas capacidades que hemos ido adquiriendo a lo largo de la vida o donde adquirimos otras nuevas que proceden de este otro mundo que hasta entonces nos era extraño. Y al mismo tiempo aumentamos no sólo nuestros conocimientos en sentido real y en sentido poético, sino que aprendemos a ver la realidad desde ángulos tantas veces opuestos que no pueden sino fortalecer nuestro criterio. El conocimiento de culturas, pensamientos, paisajes, personas, ideas que rondan por el mundo con la misma autoridad que las nuestras y que conocemos por los libros nos da una visión menos monopolizada de la vida, de la sociedad y de las creencias que practicamos, de tal modo que vamos tomando conciencia de ellas y nos ayudan a mirar y juzgar lo que creemos con ojos más críticos y con mayor comprensión lo que creen los demás. Así es como se va formando en el mundo una sociedad responsable y respetuosa con las ideas y las culturas ajenas que ha de revertir forzosamente en la práctica de la igualdad, la justicia y la libertad para todos.

De ahí que el papel de las Bibliotecas sea de un altísimo valor para conseguir una sociedad más justa y más respetuosa y al mismo tiempo para conseguir un placer de la creación en los ciudadanos que, poniendo en marcha sus facultades mentales y emocionales les mantendrá en mejores condiciones para afrontar el paso del tiempo.

Una Biblioteca, tanto si es de investigación y consulta como la Biblioteca Nacional de España, como si es una Biblioteca municipal o universitaria de préstamo, guarda los libros, los ordena, los cataloga de tal forma que están doblemente a disposición de los usuarios facilitando encuentros, investigaciones y consultas. La importancia de una Biblioteca radica no únicamente en el hecho de que es la depositaria de tanto saber, tanta opinión y tantas miradas sobre la ciencia, la realidad, la Historia o el ritmo del lenguaje, sino sobre todo porque es el lugar donde ejercitamos la costumbre de movernos entre la palabra escrita. Para la mejor adaptación de una persona, sea escolar o universitario, sea lector de novelas o investigador, una Biblioteca es indispensable porque en ella encontramos los caminos que buscamos que nos conducen irremediablemente al objetivo que nos hemos propuesto leer o conocer. Hasta que no hayamos convertido esta búsqueda en una costumbre, hasta que el usuario no se encuentre en la Biblioteca como en un ámbito del que aún conociendo todos los secretos está siempre atento a lo que pueda surgir detrás de cada estante, no habremos logrado una perfecta sintonía entre el afán de leer y la seguridad de que hemos de encontrar lo que buscamos. Esta familiaridad con los libros, con el orden en que se nos presentan, es un elemento indispensable para el fomento de la lectura. Un elemento básico que asegura el movimiento del usuario por los recovecos de una cultura que hace suya por el contacto y por tantos encuentros como se producen incluso al margen de las búsquedas específicas de que se trate. Es el ambiente propicio para la lectura, para el conocimiento, para la investigación. En último término es el terreno abonado para que el ciudadano, sea cual sea su edad, pueda obtener de sí mismo los elementos que le serán necesarios para el desenvolvimiento de su vida, para su libertad, y para la defensa de los conocimientos que vienen de distintas culturas, de distintas mentalidades. Libertad, respeto, convivencia se encuentran precisamente en el acto de asistir a las Bibliotecas.

Tan es así que solamente en los regímenes autoritarios, los que proceden de golpes de Estado, los que no tienen respeto por la libertad de los ciudadanos y creen que hay que cortocircuitarles las ideas para que acepten las que el dictador, sea religioso o militar, quiere imponer, se procede a la destrucción de los libros y al cierre de las Bibliotecas. En España tuvimos escasas Bibliotecas durante los años de la dictadura y las pocas que teníamos no podían acoger todos los libros sino únicamente aquellos que estaban de acuerdo con la moral y la ciencia que se aceptaba en aquel régimen fascista. Teníamos en el Obispado el famoso “Índice” que nos decía los libros que no debíamos leer; teníamos la censura y teníamos las cortapisas que aplicaban a la entrada de libros los funcionarios al servicio de la represión. Sólo cuando llegó la democracia y se abrieron las puertas a la libertad de los ciudadanos, se pudo establecer un régimen de Bibliotecas en toda España que ha ido mejorando hasta hoy pero que ya entonces fue una gloria para las mentalidades de los ciudadanos que vieron de pronto abierto el espacio del conocimiento, de la creación, del placer de poder comparar, debatir y decidir por su cuenta lo que querían creer y lo que no les parecía digno de serlo.


La fundación de una verdadera red de Bibliotecas se la debemos a Jaime Salinas, que fue nombrado Director General del Libro y Bibliotecas por el primer gobierno socialista. Fue él quien, con el recuerdo de lo que había sido la red de Bibliotecas Públicas de la República, estableció una nueva red, decidió cuales eran las ayudas que necesitaban y promocionó el uso de las Bibliotecas entre escolares, ciudadanos de a pie, universitarios. Desde entonces todos los Ministerios han favorecido la creación de Bibliotecas no sólo en las aldeas y pueblos pequeños, sino que hoy se está dando importancia a las Bibliotecas escolares como el inicio de un camino de lectura y de familiarización con los libros que a la fuerza a de redundar en el desarrollo intelectual y emocional de los alumnos. La lectura es una prioridad en la formación de los escolares, y sin Bibliotecas al alcance de sus actividades como un ámbito en el que encontrar los elementos que los convertirán en creadores, estas prioridad es mucho más difícil de cumplir.

Sólo con la educación recuperaremos los españoles el tiempo que perdimos durante nuestra historia en aceptar sin discurrir ni debatir, lo que las autoridades de turno nos imponían. Para que haya ciudadanos libres, para que haya un verdadero debate y no una sistemática descalificación de lo que no es propio, tenemos que dar a todo el mundo la oportunidad de una educación. Una educación que habrá de ser pública para que los alcance a todos en igual medida y laica para que no haya diferencias entre ellos. Los gobiernos han de educar en lo universal, en las ideas: justicia, libertad e igualdad. Serán las religiones las que enseñarán las creencias que no son universales, es así como sabremos cuáles son los dioses, los mandamientos, la moral que nos enseña la religión que nuestros padres quieren que practiquemos pero que no pueden aplicarse a todo el género humano. Cada religión tiene su ámbito donde podrá enseñarlas: parroquias, mezquitas o sinagogas. En cualquier caso todo ciudadano tenga las ideas que tenga o las creencias que haya elegido, sea escolar o universitario, investigador o simplemente amante del saber y del placer de la lectura, puede encontrar en las Bibliotecas los conocimientos necesarios para conocerlas, discutirlas o aceptarlas. Una Biblioteca es pues el mayor tesoro de una educación en la libertad, la igualdad y la justicia.

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