Paralelos son los caminos de nuestro instituto, “Enrique
Díez-Canedo”, y nuestra revista Crisol pues la andadura
de uno ha ido teniendo su reflejo en la otra prácticamente
desde que nos instituimos como tales. Con el que acaba de salir,
que se acompaña de un especial dedicado precisamente a
nuestros diez años como instituto, la revista cumple su
número nueve (sólo un año faltó a
la cita con sus lectores). El número de años transcurrido
y la ilusionante puesta en marcha de cada curso, permiten comprender
rápidamente que la experiencia no ha podido ser más
satisfactoria. Cierto es que cuesta el arranque, reuniones y más
reuniones, períodos de estímulo y concienciación,
sobre todo a los alumnos y a los padres, de que nuestra revista
es la revista de todos, de que es la revista del instituto y que
todas y cada una de las partes que lo integran están llamadas
a participar en ella.
Sería una mentira grande señalar que en Crisol
dieron sus primeros pasos importantes escritores y preclaros investigadores,
pero bueno, quizá todo llegue en su momento; hasta ahora,
nuestra revista se ha caracterizado por su total apertura a todos
los participantes en el proceso de enseñanza y aprendizaje
y creemos no exagerar cuando decimos que todos los que participan
en ella (no sólo colaborando directamente, sino con su
lectura y disfrute) han sentido estar formando parte de algo pequeño
pero muy importante. Desde un primer momento quisimos que Crisol
se considerase un vehículo para la expresión libre
y democrática de nuestras actividades como seres humanos;
nunca hemos distinguido en las colaboraciones entre alumnos, profesores,
personal del P.A.S. o miembros de fuera de nuestra comunidad,
antes al contrario, nuestras páginas adoptan pretendidamente
la forma de un totum revoltum donde conviven opiniones, experiencias,
literatura, reportajes, entretenimiento y un sinfín de
cosas más a las que sólo se les exige unos niveles
mínimos de calidad y una completa tolerancia en cuanto
a las opiniones vertidas.
Fácil es deducir con estos antecedentes que la colaboración
de la comunidad ha sido constante. Cierto es que nos gustaría
decir que entusiasta, pero sería faltar a la verdad. A
veces descorazona un poco la parca asistencia a las reuniones
preparatorias para la confección de los números,
pero resulta muy gratificante que aquellos que al final se comprometen
a la colaboración acaban cumpliendo casi a rajatabla. Es
verdad también que el amplio número de actividades
extraescolares que nuestro instituto desarrolla supone un fértil
suelo para las colaboraciones; sin ningún tipo de contrapartida
se suele pedir al alumnado que aporte su punto de vista y su experiencia
ante la actividad y nos congratula decir que si ésta ha
sido de su agrado se multiplica el número de colaboraciones.
Convencer a los reticentes, animar a los que quieren pero se ven
superados por el “corte” de ver su nombre en una publicación,
se convierte muchas veces en la principal tarea de quienes gestionan
la organización de la revista. Escribir, como toda actividad
artística que se precie, requiere de un arduo proceso de
ensayos y errores a los que a veces algunos (y no nos referimos
en exclusiva a los alumnos, ni mucho menos) renuncian antes de
empezar; pero cuando al final superan todas sus reticencias, les
cabe el orgullo, sobre todo, de participar en un proyecto común
al lado de otros miembros de la comunidad educativa. Entiéndase
aquí que no fomentamos ninguna clase de proselitismo, pero
es precisamente en el formato de nuestra revista, al aparecer
firmas de diferentes sectores, cuando adquiere uno conciencia
de que estamos ante un proyecto común del que todos participamos,
y Crisol es nuestro portavoz.
Independientemente de que la Junta de Extremadura premiara a
nuestra revista por su diseño y sobre todo, por su adecuación
a todo un proyecto educativo, Crisol ha tenido siempre dos pilares
sobre los que asentar su andadura: por un lado lo ya mencionado
de erigirse en vehículo portador de las inquietudes del
centro y por otro, contribuir desde la base al necesario fomento
de la lectura no sólo del alumnado, sino de toda la comunidad
educativa. Es precisamente esta segunda intención la que
hace que nuestra revista adolezca más de la cantidad de
letra impresa que de la ilustración fotográfica
o plástica. Sin desdeñar, por supuesto, esta faceta,
hemos optado siempre por un texto que transmitiera emociones,
opiniones e inquietudes e incitara a los lectores a convertirse
en futuros redactores de la misma. Nunca dudamos de que el ejemplo
de los iguales es el que más atrae a los renuentes. Que
cada año, por lo menos, no disminuya el número de
participantes y el instituto en pleno se identifique con su revista,
y muchos de los que ya no están con nosotros nos la sigan
demandando nos parecen inestimables señales de que estamos
en el buen camino.