1. ACLARACIÓN DE CONCEPTOS. La alfabetización informacional, expresión conocida por el acrónimo ALFIN, proviene de la traducción de Information literacy, y surge de la evolución y maduración de conceptos y prácticas que se han dado en contextos educativos y bibliotecarios. Supone mucho más que realizar: - cursos de informática y acceso a Internet;
- actividades de animación y comprensión lectora con textos informativos, impresos y electrónicos;
- actividades de formación de usuarios para la localización de materiales;
- un eficaz servicio de consulta y préstamo en la mediateca escolar;
- trabajos escolares en las bibliotecas, sacando información de enciclopedias u otros documentos. Su finalidad última es el aprendizaje a lo largo de la vida, siendo las bibliotecas, con sus recursos materiales y humanos, un entorno esencial para la educación formal, no formal e informal. En este sentido, implica a docentes y bibliotecarios, como las dos caras de la misma moneda de este nuevo proceso alfabetizador, de un aprendizaje basado en recursos y en el desarrollo de habilidades para aprender a aprender.
Desde mi perspectiva, no es lo mismo formación de usuarios y alfabetización informacional, principalmente por tres motivos: - En primer lugar la planificación: ha habido una clara evolución de la tradicional instrucción bibliográfica, que solía centrarse en enseñar los espacios, explicar las normas y describir varios consejos para localizar los documentos que nos podían interesar, a lo que debe suponer una buena practica ALFIN, con un previo diseño instructivo que considere las necesidades específicas de los usuarios y sus características (nivel cultural, edad), se establezcan unos objetivos de aprendizaje, se ofrezcan actividades diversas con una dificultad progresiva, y al final del proceso se haga una evaluación para valorar los resultados, en dos sentidos, para conocer los progresos de los usuarios, así como para valorar la eficacia de la práctica. - En segundo lugar la finalidad del proceso: que el usuario se convierta en un aprendiz independiente y autónomo en gestión de problemas de información, no sólo en los espacios de la biblioteca, sino a través de cualquier medio o recurso tecnológico. - Y la tercera, y para mí la más importante, el desarrollo de habilidades cognitivas: que el usuario planifique y supervise su trabajo intelectual, la mejora de la comprensión de textos y el fomento de un pensamiento crítico y creativo. Me gustaría también señalar una clara diferencia entre dos conceptos muy relacionados y que se complementan: la llamada alfabetización digital y la denominación de alfabetización informacional. Si la primera implica lo que es el manejo de las tecnologías actuales, el acceso a Internet y el conocimiento del lenguaje que conforman los documentos multimedia, de forma crítica y reflexiva, teniendo como aplicaciones principales, relacionadas con la formación, el e-learning y la gestión interactiva del conocimiento, la segunda va más allá y se convierte en un proceso para el desarrollo de competencias en el acceso, la comprensión y la evaluación de información, en cualquier formato, así como en su utilización eficaz, creativa y crítica. Implica un aprendizaje de estrategias para la gestión de información, que permita a un usuario resolver una necesidad de información. Las denominadas estrategias de aprendizaje, se definen como un sistema personal de planificar y supervisar lo que se hace para aprender. En aquellas tareas para las que tenemos una respuesta automática, como pueda ser pulsar el mando a distancia o cambiar de marcha, no es necesaria una estrategia. Pero para buscar información en un documento, en una biblioteca o en Internet, hace falta planificar, supervisar y evaluar el proceso; hacen falta competencias de comprensión lectora, de pensamiento crítico, de resolución de problemas, así como de comunicación. Para revisar la situación de la ALFIN ya hay una amplia literatura internacional traducida que pueden localizar principalmente en la revista Anales de Documentación de la Universidad de Murcia http://www.um.es/fccd/anales/ y en el Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios http://www.aab.es/puboletin.html. También la hay escrita en España y accesible por Internet, y como principales fuentes de referencia les citaría el blog ALFIN: Recursos e ideas sobre cultura de la información y nuevas alfabetizaciones http://alfin.blogspirit.com, el portal sobre alfin para la educación superior, denominado proyecto ALFIN-EEES, http://www.mariapinto.es/alfineees/AlfinEEES.htm, el grupo de trabajo ALFINCAT del Col.legi de Bibliotecaris i Documentalistes de Catalunya, http://www.cobdc.org/grups/alfincat/index.html y la lista de distribución ALFAINFOR http://www.rediris.es/list/info/alfainfor.es.html. La dimensión internacional que está suscitando el tema queda reflejada en las recientes reuniones de expertos en Praga (2003) y de Alejandría (2005), de las que surgieron sendas declaraciones que hacen de la alfabetización informacional un prerrequisito básico para una participación efectiva en la sociedad de la información, en total conexión con el aprendizaje permanente y como paso imprescindible para la inclusión social. Ambas partieron de la iniciativa de diversas instituciones internacionales de reconocido prestigio como la UNESCO, el Foro Nacional de Alfabetización Informacional de Estados Unidos (NFIL) http://www.infolit.org/ y la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA) http://www.ifla.org/. Asimismo estas iniciativas han promovido que se formara un Comité Presidencial de la IFLA para la Agenda Internacional sobre la Alfabetización a lo largo de la Vida, que en octubre de 2005 dio a conocer su informe final. En nuestro país, el tratamiento del tema ha sido constante en recientes eventos profesionales. Sin duda, el Seminario de trabajo celebrado en Toledo, los días 2 y 3 de febrero de este año, con el lema: biblioteca, aprendizaje y ciudadanía. La ALFIN1, supuso la consolidación de propuestas e iniciativas, realizadas de forma conjunta entre docentes y bibliotecarios, que se concretaron en la Declaración de Toledo sobre alfabetización informacional. 2. DEFINICIONES Y CRITERIOS. Son muchas y diversas las definiciones que se han formulado sobre alfabetización informacional. Entre las más clásicas, referidas a la población en general, destaca una de 1989 elaborada en el seno de la ALA que señala que la persona alfabetizada en información “reconoce cuando necesita información y tiene la capacidad de localizar, evaluar y utilizar con eficacia la información necesaria”. Una definición que reclamaba una renovación del proceso mismo de aprendizaje, más que la aplicación de cualquier programa o de una área particular de enseñanza. Buscando la sencillez y la brevedad, yo destacaría las definiciones de Webber y Johnston (2003) que consideran que la ALFIN “consiste en adoptar una conducta adecuada ante los problemas de información, con el fin de identificar, a través de cualquier canal o medio, una información apropiada a las necesidades de información, que desemboque en el uso sabio y ético de la información en la sociedad”; y la del Colegio Británico de Bibliotecarios y Profesionales de la Información la CILIP (2004): “Alfabetización informacional es saber cuándo y por qué necesitas información, dónde encontrarla, y cómo evaluarla, utilizarla y comunicarla de manera ética”. Las definiciones han ido acompañadas de modelos, de estándares, criterios o normas. Entre las múltiples propuestas que hay, destacaría la elaborada por la AASL (Asociación Americana de Bibliotecarios Escolares) que establece tres categorías y dentro de cada una, tres criterios con diversos indicadores para su valoración, que nos permiten identificar a una persona como alfabetizada en información2. En esta línea, está configurado el marco para la alfabetización informacional en Australia y Nueva Zelanda, que en su segunda edición de 2004, parte de una declaración de principios generales y señala seis criterios que sirven para identificar a una persona alfabetizada en información; posteriormente indica los resultados de aprendizaje que debe obtener, y señala actividades concretas para conseguirlos. 3. MODELOS PEDAGÓGICOS. Paralelos a estas definiciones y a las propuestas de criterios y de marcos para su aplicación, se han desarrollado modelos de procesos para la solución de problemas de información, en los que se establece una taxonomía o clasificación de tareas intelectuales, que se inicia normalmente con el reconocimiento de la necesidad de información, hasta llegar a la revisión del proceso, pasando por la localización y selección de materiales, la comprensión y organización de textos, y la evaluación y comunicación de los resultados. Uno de los pioneros y más utilizados internacionalmente, es el modelo Big6 skills4, desarrollado para aplicar desde la Primaria hasta los estudios superiores. Consta de seis fases, basadas en el planteamiento del pensamiento crítico. Otro modelo muy conocido es el denominado Big Blue5, que establece ocho competencias informacionales, y está enfocado para la Secundaria y la educación universitaria.
Y, uno de los más completos, desde mi punto de vista, es el elaborado por la OSLA (Asociación de Bibliotecas Escolares de Ontario en Canadá), que se define como programa de estudios para la información, desarrollado para su aplicación transversal en todos los niveles de estudio de la educación obligatoria6. Este último modelo citado es interesante por dos motivos que no contemplan otros programas: primero porque tiene un módulo llamado Información y Sociedad que subraya la necesidad de comprender la importancia y las características de la sociedad informacional. Se refiere al estudio de la información como materia, lo que implica analizar y evaluar el papel que juega dentro de todos los aspectos de la vida humana. Puesto que la información se construye socialmente, no tiene por qué ser neutral ni objetiva, y por tanto los estudiantes deben ser conscientes de los temas de seguridad, inocuidad y ética que la rodean. Además en este módulo se tratan, cuáles son los cauces para convertir la sociedad de la información, en una sociedad que aprende, adquiriendo cada persona las competencias para un aprendizaje independiente. Y el segundo motivo porque añade un componente muy importante en la psicología del aprendizaje, que es la transferencia o generalización a otros contextos o situaciones. Los niños pueden pasarse horas y horas haciendo sumas y restas en sus libretas, pero si cuando acompañan a su madre a la panadería no comprenden un pequeño cálculo es que el aprendizaje no es efectivo, está todavía por concluir. Por ello los escolares deben ser capaces de aplicar las competencias en el manejo de la información aprendidas en el centro educativo, en otras situaciones de la vida real. Recientemente, y aprovechando la experiencia de programas anglosajones como los anteriores, la Fundación Gabriel Piedrahita Uribe (Colombia) ha desarrollado una propuesta adaptada a contextos latinoamericanos, el modelo Gavilán7, estructurado en cuatro pasos, y que se acompaña de una metodología específica a cada paso para facilitar a los docentes la aplicación de estrategias y la resolución de problemas prácticos.
4. MI APORTACIÓN PERSONAL. En los años 90, y siguiendo los pasos de Paco Bernal, pionero en nuestro país en lo que él denominó Pedagogía de la Información, configuré la educación documental como modelo pedagógico para iniciar a los escolares en el acceso físico e intelectual a la información. La educación documental se articula en torno a tres variables: Pensamiento, Información y Valores, es decir, aprender a pensar, aprender a informarse y aprender a vivir: aprender a pensar para aprovechar los recursos mentales para procesar y transformar la información en conocimiento; aprender a informarse para conocer las técnicas y utilizar las herramientas tecnológicas que facilitan la localización, manejo y comunicación de la información; y aprender a vivir, para ser consciente de las necesidades y retos de la sociedad de la información, adquirir hábitos y actitudes que nos permitan afrontarlos y desarrollar una ciudadanía activa. Sin duda el tercer aspecto, los valores, tiene una gran repercusión en el mundo educativo actual, por los problemas de convivencia, desmotivación e indisciplina con los que tenemos que lidiar los docentes. Es un aspecto que no había sido considerado en los modelos que he citado anteriormente, y como sabemos, no basta con saber, sino que también hay que querer. Hay que desarrollar hábitos y actitudes que mantengan en los alumnos la inquietud de aprender cuando acaben su formación obligatoria. Muchos de nuestros escolares, estudian para aprobar, no para aprender; no sienten curiosidad por saber más de los temas de las asignaturas, ni sienten la necesidad de consultar otros libros o materiales, a no ser que les obligue el profesor; No valoran la importancia de tener otros puntos de vista sobre lo que aprenden, y aceptan afirmaciones o argumentos sin pedir razones o justificaciones. No son conscientes de la importancia de la organización de la información en la sociedad, ni tampoco suelen tener hábitos o recursos para la organización personal. ¿Y en qué momento se puede iniciar la educación documental de los escolares? Pues sin duda desde la educación infantil, aún cuando los escolares no saben leer ni escribir, mediante el juego simbólico y el razonamiento intuitivo. El no saber leer o escribir no impide, a un niño de cuatro o cinco años, desarrollar actividades como: · Explorar y describir los espacios de la biblioteca;
· Reconocer y describir distintas fuentes de información (libros de conocimientos, el periódico, la televisión, el ordenador, ...)
· Reconocer y distinguir diferentes soportes de información;
· Elaborar catálogos sencillos (de juguetes, de animales, de deportes), al estilo de las revistas de información publicitaria.
· Participar en la organización del rincón de la biblioteca de aula. Para el desarrollo de la educación documental elaboré el modelo HEBORI (habilidades y estrategias para buscar, organizar y razonar la información) el cual utilicé posteriormente para la elaboración de la materia optativa para el segundo ciclo de la ESO del País Vasco, denominada Información Documental y Aprendizaje. Se centra, no en las etapas clásicas que sigue un modelo de búsqueda documental, sino que se basa en las fases que requiere un proceso de aprendizaje desde la psicología de la instrucción, y que se concretan en cinco módulos de aprendizaje. 5. ¿QUIÉN DIJO MIEDO A LA ALFIN? En síntesis y para acabar, la alfabetización informacional o ALFIN, que sin duda es el puente para pasar de una desigual sociedad de la información a una inclusiva sociedad del conocimiento, representa un importante reto y un serio compromiso para todos los agentes sociales implicados en el mundo de la cultura y la educación, para lograr responder de forma efectiva a las demandas formativas de la sociedad actual. Las circunstancias actuales nos obligan a aprovechar todos los recursos disponibles, para proporcionar oportunidades de desarrollo personal a todos los ciudadanos, puesto que el avance social de un país depende del talento que cada uno pueda aportar a la tarea colectiva. De este modo surge la necesidad de que las bibliotecas (escolares, públicas y universitarias) hagan un replanteamiento de sus roles y servicios y lleguen a convertirse en verdaderos instrumentos para la cohesión social, la participación ciudadana y el desarrollo local, cultural y económico.
1 Ver "http://www.bcl.jcyl.es/CORREO/plantilla_seccion.php?id_articulo=1304&id_
seccion=4&RsCorreoNum=89" 2 Ver "http://alfin.blogspirit.com/reviews_y_textos-clave/" archivo con fecha 28/10/05. 3 Ver "http://eprints.rclis.org/archive/00003139/01/73a4.pdf" 4 Ver "http://www.big6.com/showarticle.php?id=189%20" 5 Ver "http://www.library.mmu.ac.uk/bigblue/" 6 Ver "http://www.eduteka.org/pdfdir/Curricul_3A.pdf#search=%22OSLA%22" 7 Ver "http://www.eduteka.org/pdfdir/ModeloGavilan.pdf" 8 El lector interesado puede encontrar más información sobre los aspectos que menciono en este apartado, en los dos primeros capítulos del libro Estrategias y modelos para enseñar a usar la información, de los que soy autor. Ver "http://eprints.rclis.org/archive/00004672/" |