Dice Daniel Dennet que aprender es desmontar las preconcepciones y en lectura y escritura hay muchas que atenazan el trabajo del profesor y del alumno. Una de ellas es que la lectura, la biblioteca o el libro tienen un valor en sí mismo, por ejemplo, el énfasis en un canon de lecturas o en una determinada metodología, cuando todo apunta a que la variable crítica es la forma en que profesor y/o alumno se apropian de todos esos recursos. Todo está muy bien, pero si no se produce esa “chispa”, el circuito no funciona.
Desde hace más de diez años, el Seminario Interfacultativo de Lectura viene realizando tareas de formación, difusión e investigación justamente en esta especie de linde entre los distintos ecosistemas de la lectura. El mundo de la biblioteca, el mundo de la enseñanza, el mundo de la creación y el propio mercado son a veces vectores que no van en la misma dirección –lo cual es normal-, pero hace urgente una buena educación lectora precisamente para que se capacite al estudiante en lo más importante: dar instrumentos y clave de lectura, elegir, y luego saborear lo que lee. Ayudar a conceptualizar estas cuestiones es importante si no queremos caer en la banalidad, el mimetismo o el activismo sin más.
Ciertamente, los educadores no somos esos magos o druidas de las fantasías épicas, al modo de “El Señor de los Anillos”, no tenemos todas las respuestas ni rutas hacia una sociedad más igualitaria y librepensadora, que forme ciudadanos y, en particular, los lleve hacia una educación literaria y artística, gracias precisamente a la lectura, en el sentido más amplio de la palabra, incluyendo, claro, la lectura del cine, la Televisión , Internet, etc. Pero sí debemos estar alertas contra las preconcepciones de todo tipo,
1. LA LECTURA , ESTEREOTIPOS Y TRANSGRESIONES.
La herencia de Occidente ha privilegiado el libro como fuente de cultura, y ha asimilado incluso el arte de la palabra al objeto mismo, con la hábil metonimia libro-literatura, que, como todo el mundo sabe, procede del latín “litera”, letra. No ha tenido la misma fortuna el campo de la oralidad, no decimos “oratura” sino –un poco contra natura- “literatura oral”. De hecho, la biblioteca ha venido siendo ese depósito sacralizado de la literatura, cuya compleja realidad parece ser abarcada por sus estantes y secciones.Y, para concluir este punto, se produce el solapamiento más engañoso al crear una ecuación entre libro y lectura , cuando la actividad interpretativa, según explican las teorías más expertas (v.g. estética de la recepción) conlleva toda una serie de filtros y variables que crean multitud de intertextos y de situaciones individuales diferenciadas, de modo que el “horizonte de expectativas” de cada lector marcará la forma en que “dialogue” –o no- con cada uno de los libros de ese estante. Por tanto, los estereotipos en torno al libro como fuente de saber profundo, ocio o simple información determinan relaciones muy pragmáticas y a veces “encasilladas”, que conocen bien los profesores que tratan de fomentar la animación a la lectura .
Leer, pues, como “un trabajo”, un “número determinado de obras”, con necesidad de “resúmenes” o “comentarios” son ejemplos de una forma sesgada de lectura cuyo fracaso se ha demostrado, y leer, en cambio, “como quien busca algo” nos sitúa en el terreno de la apropiación personal, de los valores, de la lectura-fiesta , como decía LAÍN ENTRALGO, y ahí sí que se da una transgresión mayor respecto a las conductas más convencionales, que asocian la lectura sólo a la información o a un saber enciclopédico. Esto tampoco significa que sólo haya de hacerse lectura lúdica, extensiva o dinamización superficial: significa lo que decíamos, hemos de estar atentos a los nuevos lectores y a las nuevas formas de lectura.
2. AMPLIAR CONTINENTES Y CONTENIDOS DE LA LECTURA.
Cuando el Seminario de Lectura organizó el pasado Simposio de Universidades Lectoras, en un espacio inusual, el Palacio de Congresos de Bdajoz, con un enfoque igualmente de ofrecer recorridos y actividades simultáneas, estaba igualmente apostando por una forma de lectura alternativa, donde se subrayaba la “lectura paseando”, en voz alta, en escenarios que obligaban a socializar de distintas maneras y con espacios llamados intecionadamente “tuneado” de libros o cuentacuentos, es decir, espacios para ser “apropiados”, para dar el protagonismo no a los profesores, escritores o libros en sí, sino a ese proceso mismo de personalización, a que las personas y los libros, los niños y las lecturas se integren como nos describe Fahrenheit 451, viviendo en cada uno, siendo elegidos y queridos por cada persona.
Ciertamente, la biblioteca no es ya afortunadamente ese depósito o “cementario” de libros, pero puede potenciar del mismo su papel, no ya como centro integrador de aprendizajes, sino siendo “tuneada”, apropiada por los propios alumnos. La mejor manera de desmontar una preconcepción (“un libro es lo que hay en una biblioteca”) es precisamente multiplicando las estrategias de presentación y formato de las lecturas.
¿Cómo? Usando todo tipo de elementos e instalaciones: el techo, las paredes, los pasillos, las escaleras, el ascensor (véanse las fotos de la experiencia en el Centro Cultural de Mérida)… creando, pues, una continuidad con el espacio mismo del aula y de la biblioteca. Claro está que hay muchas posibles actividades y estrategias, pero de lo que se trata, ante todo, es de ensanchar el horizonte de experiencias lectoras, ampliando los continentes y contenidos de la lectura. Conseguir “desautomatizar la percepción” del que mira y participa. Algo que en España pretendió el escritor Ramón Gómez de la Serna con su reivindicación del mundo estético del circo, de los mercadillos, en fin, de todo lo que llevase a mirar la realidad con otros ojos, a recontemplar las imágenes de una poesía desde ópticas muy diversas (por ejemplo, el humor, las greguerías) o a adentrarse en los mundos imaginarios de la ficción.
De este modo, leer es como viajar , una aventura donde es preciso un buen acompañamiento (el profesor, el animador) y un bagaje mínimo, que es precisamente lo que debe procurar la educación. Como explica F. SAVATER glosando a W. BENJAMIN, las narraciones primordiales siempre han sido utilitarias, siempre han contenido advertencias o “avisos” para ese caminante que es el lector, y siempre ha buscado aquel adagio clásico de deleitar y enseñar. Los textos artísticos son, en efecto, un “campo de minas” que ponen a prueba la pericia del lector; lo son por todas las convenciones y complicidades con el lector que ponen en juego; lo son por lo que dicen y por lo que callan; lo son por los indicios medio ocultos con que el libro, como si fuera un sistema de semáforos, orienta al lector, paso a paso.
Pero no todo es este mundo demiúrgico, imaginativo que comparten los “llamados a este banquete”. En la dura realidad -una realidad cada más conflictiva- la lectura, como decíamos, se solapa con el libro y con el mercado, y entra en un espeso engranaje industrial y comercial, donde, como diría Antonio Machado, se confunden las voces y las ecos. De tal modo que la lectura en el sentido más noble de la palabra viene a ser sustituida por una serie de intereses consumistas, best-sellers y lanzamientos comerciales, donde todo es un gran montaje planificado y donde el libro sólo es una pieza más de un merchandising global, que, como en la Guerra de las Galaxias , comparte un discreto espacio con el cómic, la película, el videojuego y otra serie de productos clónicos. Bueno, un poco de humildad tan poco viene tan mal.
Y eso que nunca ha habido mayor capacidad real para que nuestra generación de niños y jóvenes sean auténticos lectores, y nunca, por ejemplo, la literatura infantil y juvenil ha tenido el público que está teniendo en la actualidad, con una capacidad realmente transgresora, de autoexpresión, y contraria por tanto a exclusiones y censuras de toda índole. Sin embargo, en el marco mediático en que vivimos, la literatura no sólo comparte su espacio con las necesidades de una industria –por más que le llamemos “cultural”- sino que también comparte espacio, inevitablemente, con otros mundos discursivos más accesibles para un gran público, como el cine o el cómic. De modo que la intertextualidad, como resorte interno de la cadena de los textos literarios, se contamina en realidad de lo que el mercado ofrece, de lo que está en los catálogos, y la interdiscursividad se hace palpable cuando asistimos a los múltiples casos en que los niños conocen una historia no por su referente literario sino por las versiones en cine, dibujos animados, etc.
3. ÁREAS SENSIBLES: VALORES Y EDUCACION MULTICULTURAL Y DEL PATRIMONIO.
Ciertamente, el descubrimiento del niño/joven como mercado ha generado una política de editoriales y colecciones de dudoso gusto, con reclamos de toda índole, donde todos –autores, editores y mediadores, así como la escuela o los padres- han actuado según visiones parciales del asunto. Por ejemplo, es conocido que Enyd BLYTON fue objeto de reprobación en Inglaterra precisamente porque en sus historias la familia o la escuela no salía a veces bien parada, y era el mundo natural de la pandilla o los “camaradas” donde se desenvolvía más a gusto sus héroes. Del mismo modo, la carga moralizadora de la literatura infantil/juvenil, desde sus inicios, ha buscado moralejas y practicado exclusiones en los cuentos tradicionales más conocidos. Sólo los ejemplos “frescos” de Peter Pan, Pippa Calzaslargas, Alicia, Guillermo Brown, Momo y tantos otros nos arrojan un tipo de héroe infantil/infantil que ve la realidad desde una perspectiva radicalmente opuesta a la de los adultos, de ahí su sentido lúdico y transgresor (el triunfo de los “proscritos”, como dice F. SAVATER, es el caso de los piratas, fugitivos que luchan contra tiranos y defensores de todo tipo de causas perdidas), y de ahí también esa frase ejemplar de P. BARRIE, el autor de Peter Pan, que resume lo que es la literatura infantil: “todo lo que pasa a partir de los 12 años es ya insignificante" .
Precisamente, apostar por la ficción fantástica o por el patrimonio cultural en su más amplio sentido es una forma también de abrir el arco de posibilidades de lectura. Ciertamente, lo que se llama herencia cultural o patrimonio no debe estar sólo en los museos ni al alcance exclusivo de los eruditos. En particular en lo referido a UNESCO ha llamado el patrimonio intangible o inmaterial, es decir, el conjunto de mitos, leyendas, refranes, canciones, ritos, símbolos, músicas... que conforman la identidad de un pueblo pero que, a diferencia de las piedras o los monumentos, son mucho más evanescentes o “volátiles”. Si la UNESCO va por todo el mundo catalogando monumentos patrimonio de la humanidad, ¿por qué no se podría hacer otro tanto respecto a conjuntos mitográficos tan cercanos a nosotros como La Serrana de la Vera , la iconografía y mitología sobre Hércules en la península y tantos otros ejemplos de mitos y leyendas, o con otros tesoros humanos vivos que aún tenemos, personas que son memoria viva que atesoran historias, leyendas o romances únicos.
Estamos en un mundo en que nuestros alumnos ven entusiasmados las sagas de Tolkien, o Expedientes X o las series como Embrujadas y todo tipo de producciones apoyadas más o menos en la mitología. Sin caer en un falso localismo, como hicieron los románticos a propósito de las leyendas, sí parece justo reivindicar el papel del imaginario ibérico y mediterráneo para que nuestros cuentos, leyendas, mitos o romances sean, al menos, tan conocidos como las historias que circulan a través del género fantástico (cultivado en su inmensa mayoría por anglosajones).
El entorno internacional es favorable, pues la globalización ha acarreado, tal vez como reacción, un interés por las culturas locales. Pero ya no se trata de volver al localismo o nacionalismo de los románticos, a buscar la etnicidad o lo que nos separa, sino más bien lo que nos enriquece a todos desde la diferencia. Y desde la comparación, como han hecho M. Eliade o G. Dumézil, en torno a cuya ideología trifuncional de los indoeuropeos, la cual, por cierto, se ha escrito que debe cimentar la identidad de Europa.
En cuanto al entorno nacional, hace 25 años se publicó Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, de Fernando Sánchez Dragó. Goce o no de excesivas simpatías académicas, tuvo la valentía, como García Atienza y otros, de indagar temas tabú. Hace poco, Antonio Ruiz acaba de sacar Los hijos de Túbal. Dioses y Héroes de la España Antigua , que entronca la mitología con la España mágica, y todo el mundo conoce el éxito de programas como IV Milenio. Y, si hablamos de Extremadura, hay colegas que han trabajado en casi todos estos campos, sólo falte quizá un marco conjunto y coordinado de trabajo… Además, ambos campos de trabajo se entrelazan cuando consideramos la proyección del imaginario luso e hispano en Iberoamérica, su relación con las culturas indígenas, enlazando así con la necesaria educación multicultural.
En fin, no cabe una actitud nostálgica, ni romántica ni complaciente hacia los estos temas, pero, como urdimbre de nuestra memoria cultural, nos deben servir para construir una identidad, que debe ser crítica y regeneradora. Como ocurrió con el mito de Viriato, de obsoleto paladín patriótico del franquismo, hoy se nos ofrece con connotaciones y significados más ricos. Porque repensar y vivificar nuestros mitos colectivos es la vía de construir una memoria común.
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