EL NACIMIENTO DE UNA REVISTA ¡VIVENCIAS DE UNA ILUSIÓN!
Aún recuerdo, como si fuese ayer, aquel día gris del mes de enero en que un grupo entusiasta de profesores del Centro, bajo la atenta mirada de Mateo Almendro, director por aquel entonces, se reunió en una clase del Grupo de Abajo para estudiar las posibilidades de crear una revista escolar. Corría el año 1.987. Eran tiempos ilusionantes. La sociedad española, en general, vivía momentos de bienestar social. La escuela pública, por fin, empezaba a contar con medios humanos y económicos para llevar a cabo su misión. Era el marco ideal para iniciar la gran aventura. La comunidad escolar lo demandaba.
Fue un parto laborioso, pero el recién nacido lo merecía. Ahora, ¡había que ponerle un nombre en consonancia con las raíces de nuestra localidad y colegio! Para ello, ¡quién mejor que la fantasía e imaginación de nuestros alumnos! Después de barajar un sinfín de nombres, se decidió por bautizarle con una palabra evocadora y mágica para los zarceños: “Tierrablanca”.
Difícilmente encontraremos dos palabras que, aunque por separado, nos hagan reflexionar sobre tantas cosas: planeta, suelo, país, materia inorgánica, raza, color de la luz solar, etc., y, que al juntarlas, nos hagan recordar tan rápidamente nuestro entorno. Sí, ese mineral que, no hace muchos años, era la base del blanqueo de las viviendas de una gran parte de los pueblos extremeños y andaluces. Los tierrablanqueros de La Zarza recorrían con sus caballerías los pueblos de nuestra región vendiendo este producto ¡Entonces sí que se hallaban blancos! Pues bien, es de ese entorno de donde se va a nutrir nuestra “criatura”.
El siguiente pasó, aun recuerdo la emoción contenida y risita nerviosa de los miembros del “equipo de redacción”, era determinar las secciones de que iba a constar. Teníamos claro cómo queríamos que fuese nuestra revista y los fines que perseguíamos. Debíamos conectar con los habitantes de esta localidad y dar a conocer lo que estaba ocurriendo en nuestras aulas. Abrir las puertas de nuestra casa para que viesen como se trabaja en ella y, a la vez, pedir ayuda para mejorar nuestra agradable y vital tarea: “formar personas libres y responsables”. En consonancia con esto, decidimos que contuviese páginas dedicadas a noticias generadas en el centro, entrevistas a personajes de interés local y escolar, tradiciones perdidas, redacciones, poesías y dibujos de nuestros alumnos, actividades extraescolares realizadas, historias de nuestro pueblo, deportes, pasatiempos, etc., y siempre abiertos a cualquier sugerencia.
Había otros muchos detalles a estudiar. La financiación correría a cargo del colegio, industrias locales a cambio de publicidad y subvención del ayuntamiento. La edición a realizar, previo acuerdo cordial, en el antiguo Centro de Apoyo y Recursos (actualmente Centro de Profesores y Recursos) de Mérida. El número de revistas a confeccionar, una para cada padre de alumno, y para enviar a industriales y asociaciones locales, organismos provinciales relacionados con la enseñanza, etc. De carácter gratuito. Publicación de tres números al curso, coincidiendo con los trimestres del mismo. ¡Estábamos en marcha!
Viene fresco a mi memoria aquella tarde primaveral de abril en que, eran las cinco de la tarde y habíamos finalizado las clases de ese día, el profesorado del “equipo de redacción” cogió entre sus manos un ejemplar del número cero de esta revista. La hojeamos nerviosos y con la respiración entrecortada por la emoción y el miedo de si sería del agrado de la comunidad escolar. Encontramos aspectos mejorables… ¡ya estábamos pensando en el próximo número!, ¡queríamos correr demasiado deprisa!
El número resultó del agrado general. No obstante hubo críticas constructivas que se tuvieron en cuenta para mejorar la calidad de las siguientes publicaciones. Lo más difícil estaba conseguido, la revista era un hecho y debíamos perseverar en la misma.
La llegada de la informática a la Escuela supuso otro cambio en nuestra revista. Era más fácil, y resultaba más vistosa y clara para el lector, su edición con un procesador de texto. Así que, ¡fuera máquina de escribir! El siguiente cambio se estaba incubando, dejamos la multicopista, ¡cómo acabábamos de tinta!, y comenzamos con la fotocopiadora, herramienta más limpia y con posibilidades de diseño muy superiores. Finalmente, se decidió la “tirada” de dos números por curso en lugar de los tres iniciales. Todos estos cambios ocurrieron a mediados de los años noventa. Con el inicio del nuevo siglo, pasamos a publicar un único número por curso y realizarlo en imprenta, siempre buscando más la calidad que la cantidad.
Han pasado veinte años desde aquellas fechas y aún tenemos la misma emoción y nervios cuando editamos cada nuevo número. Muchas cosas han cambiado desde entonces, siempre buscando la mejora de sus páginas. El “equipo de redacción” ha variado sustancialmente. Es el “sino” de los maestros, “hoy estás en este pueblo, mañana…”. Recuerdo a multitud de compañeros que, para no olvidarme de ninguno de ellos, prefiero no citar. Nuestra gratitud para todos, sin ellos esta ilusión nunca habría sido posible, ¡gracias!
Todavía nos recorre un “hormigueo” por el cuerpo y contenemos la respiración cuando tomamos, con avidez, entre nuestras manos, el nuevo número publicado ¡Así ha sido…, y así será!