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El desarrollo de los sistemas educativos debe recoger todos
los elementos que contribuyan al logro de los fines de la
educación. Entre esos elementos se encuentran los
recursos humanos, de espacio, materiales, didácticos...
que posibilitan el alcance de los objetivos que cada centro
se propone. Uno de los recursos didácticos más
importantes con que deberían contar los centros educativos
son las bibliotecas escolares, ya que ellas reúnen
todo tipo de recursos informativos y documentales existentes
en el centro. Su papel en los procesos de enseñanza/aprendizaje
resulta imprescindible y se encuentra directamente relacionada
con el currículo. Ha de ser en la legislación
educativa donde se concreten todos esos elementos y se establezcan
las pautas de desarrollo de cada uno de ellos. En nuestro
país acaba de ser aprobada la LOE (Ley Orgánica
de Educación). En ella, como en las anteriores leyes
educativas, se explicitan: los principios y fines de la
educación, la organización de las enseñanzas
y el aprendizaje a lo largo de la vida, el currículo,
las enseñanzas y su ordenación, el profesorado,
los centros docentes, etc. Para verificar la integración
de la biblioteca escolar, nos interesan fundamentalmente
dos aspectos. En primer lugar la reflexión sobre
el currículo.
Pero, ¿de qué manera se debe integrar la biblioteca
escolar en el currículo?. En la recién aprobada
ley tenemos la pauta a seguir en esa integración.
Según la LOE, en el artículo 113 (referido
a las Bibliotecas Escolares), el punto 3, explicita lo siguiente:
113.3. Las bibliotecas escolares contribuirán a fomentar
la lectura y a que el alumno acceda a la información
y otros recursos para el aprendizaje de las demás
áreas y materias y pueda formarse en el uso crítico
de los mismos. Igualmente, contribuirán a hacer efectivo
lo dispuesto en los artículos 19.3 y 26.2 de la presente
Ley.”.
Es decir, la biblioteca escolar debe ser la herramienta
que facilite el acceso a la información y a otros
tipos de recursos de aprendizaje; su utilización,
por lo tanto, está relacionada con todas las áreas
de aprendizaje, resultando fundamental en el fomento de
la lectura.
Para contextualizar de manera más adecuada esta concepción
de la biblioteca escolar como herramienta, es necesario
tener presentes lo que se consideran principios pedagógicos
y que se encuentran contemplados en el desarrollo de la
LOE, en esos artículos 19.3 (también el 19.2)
y 26.2 a los que debe contribuir la biblioteca escolar.
El artículo 19 señala los relativos a la Educación
Primaria:
19.2. Sin perjuicio de su tratamiento específico
en algunas de las áreas de la etapa, la comprensión
lectora, la expresión oral y escrita, la comunicación
audiovisual, las tecnologías de la información
y la comunicación y la educación en valores
se trabajarán en todas las áreas. 19.3. A
fin de fomentar el hábito de la lectura se dedicará
un tiempo diario a la misma.” Y el artículo
26 determina los que conciernen a la Educación Secundaria
Obligatoria.
26.2. En esta etapa se prestará
una atención especial a la adquisición y el
desarrollo de las competencias básicas y se fomentará
la correcta expresión oral y escrita y el uso de
las matemáticas. A fin de promover el hábito
de la lectura, se dedicará un tiempo a la misma en
la práctica docente de todas las materias.”.
Podemos sintetizar afirmando que dos de los objetivos prioritarios
en los niveles de educación obligatoria son la adquisición
de competencias relacionadas con la lecturaĦ (como herramienta
imprescindible para el desarrollo de la expresión
oral y escrita, entre otros aspectos) y con la búsqueda,
selección y utilización de la información.
En este contexto parece necesario poder disponer de instrumentos
que faciliten la lectura y posibiliten el acceso a la información.
La biblioteca escolar constituye el recurso de aprendizaje
más apropiado para alcanzar esas competencias, ya
que reúne (o debe reunir) todas las fuentes documentales
y de información con que cuente el centro y, además,
organiza y difunde esos recursos. Pero, ¿cómo
se puede usar la biblioteca en la práctica docente
diaria?.
En primer lugar resulta imprescindible que la biblioteca
esté contemplada como recurso de aprendizaje en el
desarrollo del currículo, dentro de los diferentes
niveles y áreas; no tanto dentro de los contenidos
(la biblioteca no debe ser de forma prioritaria un objetivo
de aprendizaje en sí mismo, aunque también
a través de la formación de usuarios), sino
en las competencias a adquirir y en la metodología
utilizada. La implicación más directa de este
aspecto es que, en el proceso de enseñanza/aprendizaje,
el libro de texto NO constituye el único elemento
metodológico; esto, que parece obvio, es necesario
recordarlo constantemente.
En el desarrollo de una clase de Matemáticas, o de
Conocimiento del Medio, o de Historia o de Lengua, los temas
a desarrollar pueden (y deben) ser tratados a través
de documentos bibliográficos, audiovisuales o electrónicos
disponibles en la biblioteca; se pueden trabajar como ampliación
de la información del libro de texto, como contraste
con la información que ese texto presenta (precisamente
para desarrollar ese espíritu crítico y analítico
que debe impulsar la educación). Claro que esto exige
un trabajo previo de los profesores, que deberán
seleccionar -y proponer su adquisición por parte
de la biblioteca, si ésta no cuenta con ellos-, documentos
de cada una de las áreas y niveles con los que se
va a trabajar.
Quizá un ejemplo cercano y frecuente sea el que sigue:
si disponemos que nuestros alumnos realicen un trabajo sobre
instrumentos musicales (o sobre los ríos de la Comunidad
Autónoma pertinente, o sobre el sistema respiratorio
o sobre los números primos…), no remitir a
Internet sin más (la panacea en los últimos
tiempos), sino proporcionar un listado de distintas fuentes
(diccionarios, enciclopedias, libros de conocimientos, sitios
web concretos, etc.) en las que pueden encontrar ese tipo
de información, procurando que esos documentos se
encuentren disponibles en la biblioteca del centro (o al
menos en la biblioteca pública cercana); esto requiere
que, con anterioridad, el docente haya seleccionado las
fuentes apropiadas, tarea en la que puede y debe ser orientado
y ayudado por el bibliotecario (ese es precisamente el trabajo
de un bibliotecario).
Todo este tipo de actividades deben ser programadas por
cada profesor, e incluidas en el desarrollo curricular de
cada área y nivel. Requiere una formación
del propio docente en la búsqueda y utilización
de fuentes de información, pero como se ha indicado
anteriormente, la presencia de un bibliotecario facilitaría
esa labor.
Ahora bien, la biblioteca escolar no sólo debe estar
presente en el currículo; su existencia, condiciones
de funcionamiento, organización y desarrollo debe
estar contemplada en otros elementos organizativos de las
distintas comunidades educativas y de los centros escolares.
Por una parte y desde un punto de vista más general
(o mejor dicho, desde la administración central),
la biblioteca escolar debe quedar reflejada dentro del Reglamento
Orgánico de los Centros (ROC), como un elemento más
que debe ser organizado como los restantes de los centros.
Sus utilidades deben estar recogidas en los Decretos de
Currículo de las diferentes etapas.
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Por
otra parte, y descendiendo a niveles mucho más concretos
e inmediatos, su estructura y cometidos deben quedar regulados
en todos los documentos relacionados con la toma de decisiones
de cada centro sobre la organización y funcionamiento
de los mismos (Proyecto Curricular de Centro –PCC-,
Proyecto Educativo de Centro –PEC-, Programación
General Anual –PGA-, etc.) Por supuesto, para que todo
esto sea posible resulta ineludible que la biblioteca esté
dotada de una colección actualizada, de un espacio
adecuado y de todo tipo de recursos que permitan el acceso
a la información (recursos audiovisuales, electrónicos
y acceso a Internet). Además, que todo ese material
documental esté organizado (ordenado adecuadamente,
descrito, accesible a través de catálogos automatizados…).
Como puede inferirse de todo lo dicho, lo que resulta indispensable
es la existencia de uno o varios bibliotecarios con dedicación
completa que facilite el acceso en todo momento y a todos
los agentes (profesores, alumnos, orientadores, padres…)
a esos recursos. No se trata nada más que de aplicar
la LOE:
113.4. La organización de las bibliotecas
escolares deberá permitir que funcionen como un espacio
abierto a la comunidad educativa de los centros respectivos.”
Porque si estamos hablando de una herramienta de aprendizaje, ésta debe encontrarse disponible en el mismo horario
en que el centro está prestando servicios educativos.
Así pues, la integración de la biblioteca escolar
en el currículo, aunque está por determinar
a la espera de que se establezcan los Decretos de Currículo
conforme a la LOE, se va a producir de manera efectiva si
el profesorado se sensibiliza sobre la necesidad de un cambio
en la metodología docente que posibilite el desarrollo
de competencias básicas y permitan el aprendizaje a
lo largo de la vida; competencia como es el tratamiento de
la información, que precisa de herramientas reunidas
en la biblioteca.
Pero además la biblioteca debe integrarse en los centros
escolares de manera efectiva, para lo cual resulta imprescindible
que se regulen sus condiciones de espacio, colección,
dotación económica, personal, organización
y utilización en todos los documentos que suponen toma
de decisiones de los centros respecto a su administración.
Ahora que existe un marco de referencia en la legislación,
es necesario ir dándole forma y concretándolo
en la vida de los centros y en el desarrollo cotidiano de
los procesos de enseñanza/ aprendizaje.
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