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  NÚMERO 2 \ OPINIÓN
 

¿RIVALES O ALIADAS?
LA NECESARIA COLABORACIÓN ENTRE BIBLIOTECA ESCOLAR Y BIBLIOTECA
PÚBLICA.

Conchi Jiménez Fernández.
Subdirectora de la revista "Mi Biblioteca”.

 

 
 


Nadie es capaz de satisfacer todas sus necesidades con sus propios medios. Partiendo de esta premisa podemos afirmar que la existencia de una colaboración, en este caso entre bibliotecas escolares y bibliotecas públicas, se hace imprescindible y necesaria. Veamos para qué.

Las bibliotecas escolares a veces se suelen asociar con espacios habilitados sólo para el estudio o la realización de los deberes escolares. También como aquel lugar donde se debe “cumplir condena” por no haber hecho las tareas a tiempo o no haberse portado del todo bien en clase. Pero las bibliotecas escolares no sólo son salas con mesas y sillas para empollar, son diamantes en bruto que pueden ofrecer todo tipo de recursos para el ocio, la información o la formación.

Se supone que todo esto ya lo sabemos y, por tanto, la pregunta clave sería cómo conseguir que una biblioteca escolar tenga vida y funcione como un verdadero centro de recursos. Es verdad que por sí sola ninguna biblioteca puede difundir su potencial. Es necesaria una mano amiga que empuje y difunda lo que contiene esa biblioteca, lo que es y lo que puede llegar a ser.

Estas manos amigas son, en la mayoría de los caso sˇ (para qué nos vamos a engañar) los profesores voluntariosˇ y entusiastas que se lanzan a la aventura de crear yˇ fomentar el uso de la biblioteca de su centro. Generalmente son varios profesores que se dedican algunas horas a la semana, por desgracia no muchas, a esta labor.

Todo parece ser laborioso pero no muy complicado. Hasta que no se comienza la faena en este mundo totalmente nuevo para los docentes, y se comprueba que existen muchas lagunas, no apreciamos los muchos conocimientos, sobre técnicas básicas bibliotecarias que son necesarias para poder empezar. Es entonces cuando se puede echar mano de la colaboración con la biblioteca pública con el fin de solicitar asesoramiento técnico y algunas pautas imprescindibles para iniciar ese trabajo. Desde la biblioteca pública, el bibliotecario o bibliotecaria muy raras veces se negará a ayudar y a extender su mano amiga (en estos casos también voluntariamente) a los noveles profesores-bibliotecarios. Se trata de información sobre cómo se deben registrar los materiales, qué es y cómo se colocan los tejuelos, qué es una signatura topográfica, cómo se ordenan los libros en las estanterías, cómo se informatizan los fondos...



Pero no sólo la biblioteca pública puede colaborar. Desde los Centros de Profesores y Recursos también se trabaja bastante en este sentido ofreciendo cursos a los docentes sobre organización, gestión y animación de una biblioteca escolar.

Una vez que se tiene la biblioteca organizada es preciso dinamizarla. De nada sirve un almacén de libros correctamente organizados y ordenados en las estanterías si no se hace uso de ellos, si no se leen, si no se rompen gracias al constante manejo por parte de los usuarios. Habría que llevar a cabo actividades de dinamización de la biblioteca con la idea de darla a conocer como un lugar acogedor y clave para el fomento de la lectura. En este sentido habría que señalar que los centros educativos poseen ciertas ventajas sobre las bibliotecas públicas. En los colegios y en los institutos están todos los posibles usuarios de la biblioteca, y además todos los días. Esto hace que a la hora de organizar alguna actividad se pueda garantizar la asistencia plena de un número determinado de potenciales usuarios y lectores de la biblioteca.

Por el contrario, a la biblioteca pública sólo asisten algunos voluntariamente. Además, desde la biblioteca pública se debe realizar una labor de difusión y promoción exterior de su oferta para que los usuarios acudan a ella.

Por otra parte, en los centros educativos los usuarios de la biblioteca pueden ser grupos homogéneos, alumnos de un mismo curso, por ejemplo. En la biblioteca pública, que sirve a toda una comunidad, habría que “seleccionar” no sólo las estrategias de animación a la lectura sino también las edades de los usuarios a quienes van dirigidas. Y una fuente de reclutamiento de posibles participantes es, cómo no, el centro educativo.

La ventaja de la biblioteca pública es que no exige nada a cambio de la lectura de un libro, no evalúa y, por tanto, se desescolariza el libro.

Entonces, y habiendo comprobado que todos nos necesitamos, ¿por qué no colaborar unos y otros? ¿Y cómo? Pues de varias maneras.

Además del asesoramiento técnico indicado más arriba y de las superconocidas visitas guiadas o excursiones de alumnos a la biblioteca pública para conocer su funcionamiento, su organización y sus fondos –que deben servir como complemento a lo que la biblioteca de su centro les proporciona-, se pueden realizar estrategias de fomento de la lectura en la propia biblioteca pública. Para ello es necesario ponerse de acuerdo con los profesores para concretar hora y día. Por supuesto, todo el material utilizado en esa actividad se puede prestar al colegio o instituto para que en su biblioteca pueda realizarse con otro grupo de alumnos. Así se rentabilizan los recursos y se ahorra tiempo, trabajo y dinero.

Otra manera de colaborar y rentabilizar recursos es organizar estas actividades de forma conjunta. ¿De qué serviría que la biblioteca escolar o la biblioteca pública organizase actividades a veces muy costosas y cada una por su lado?. Si se quiere contar con la presencia del autor de un libro, por ejemplo, qué mejor manera de hacerlo que colaborando con los centros educativos para asegurar la asistencia de los alumnos y la lectura previa de la obra que ese autor viene a presentar.

Y cómo no, también pueden los profesionales de la biblioteca pública llevar a cabo actividades en los propios centros. Ya sabemos que en la variedad está el gusto y por tanto el que vengan “de fuera” del colegio a contar una historia o a presentar de forma amena libros de temática atractiva, por poner dos ejemplos, puede surtir un mayor efecto entre los alumnos.

Con todo ello se puede lograr mejorar la imagen de la biblioteca escolar, y también de la pública, como centros de socialización, atractivos lugares de encuentro y espacios donde todos se pueden sentir partícipes y protagonistas. Sólo hay que querer...

 

 

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