Inicio
  NÚMERO 3 \ JORDI SIERRA I FABRA
 


INTEGRACIÓN DE LA BIBLIOTECA ESCOLAR EN EL CURRÍCULO Y EN LOS CENTROS EDUCATIVOS.

Escritor de literatura infantil y juvenil.
Premio Internacional de Literatura Infantil Julio C. Coba (Ecuador). Es uno de los autores más leídos en los centros educativos españoles.

 

No me resulta fácil hablar de mi infancia y mi adolescencia. Soy muy duro con esa parte de mi vida y mis recuerdos, por lo que me robaron (la dictadura), por lo que me hicieron (bulling por ser tartamudo), por lo que me masacraron (decían que nunca haría nada debido a mi procedencia humilde y el problema de la tartamudez) y por lo que quisieron hacerme entre todos: convertirme en un robot dirigido que aceptara con resignación (¡horrible palabreja!) su destino vulgar ya marcado de antemano, esto es, cualquier cosa menos mi vocación firme e irreductible de convertirme en escritor y vivir como un escritor, porque una cosa es serlo por hacer libros y otra es vivirlo como tal, con plenitud, convirtiendo el mundo en tu casa y teniendo la libertad como única bandera.

Mi infancia estuvo tintada de blancos, negros y grises, en todo, desde la ropa que llevaba hasta el color de la policía que a golpe de porra trataba de hacerme renunciar a mis derechos. Y mi adolescencia no fue mejor. Estudiante regular, que aprobaba y punto, fui hijo único de un padre que hizo la guerra civil y la perdió, trató por todos los medios que yo no fuera escritor, simplemente por protección, porque estaba seguro de que A) No lo conseguiría, al ser yo un estudiante vulgar, no poder hacer una carrera y lo de la tartamudez, y B) Aunque lo consiguiera me moriría de hambre, porque eso, decía, “no daba para comer”.

Es curioso que a comienzos de verano de este 2006 se hiciera una encuesta entre cientos de padres y a la pregunta de qué querrían que fuesen sus hijos respondieron (por este orden) que Médicos, Arquitectos o Abogados. En último lugar quedó Militar y Escritor. Lo primero por miedo a las guerras y las “misiones humanitarias” en las que se muere igual, y lo segundo porque, aún hoy, significa “morirse de hambre”. ¿Y alguien me pregunta todavía por qué he creado dos Fundaciones a ambos lados del Atlántico para ayudar a los que, como yo de niño, creían firmemente en su sueño?A estas alturas de este texto, alguien se preguntará que tiene que ver con el tema de las bibliotecas y su importancia.

Y la respuesta es muy clara, al menos para mí. En mi colegio no había biblioteca. En mi barrio no había biblioteca. Vivía en un desierto de cultura. Tenía que vender pan seco y periódicos (que me daban mis vecinos a diario) y ganar 50 céntimos que era lo que costaba alquilar un libro usado. Los buenos valían 5 pesetas de alquiler, así que yo con dos reales sólo podía alquilar libros cutres y horteras, como yo. Me encantaría decir que me pasaba el día en las bibliotecas, que leía gratis, que mis influencias son Chejov, Dostoievsky, Stendhal o Steinbeck, pero no. En el colegio sólo leíamos un libro: El Quijote. Cada año (y nunca lo terminábamos, claro). Hace años me preguntaron cuál había sido mi profesor preferido y me dio hasta vergüenza responder que ninguno. Y esas cosas marcan. Tampoco había una literatura exclusivamente etiquetada, como la hay ahora. En mi infancia los libros juveniles eran los de Julio Verne, Salgari y los clásicos del estilo “La isla del tesoro” o “Moby Dick”. Por suerte hoy tenemos a algunos de los mejores autores del mundo en este terreno. Y no me mueve pasión o amistad alguna. Los tenemos. El único mal es que este campo lo dominan los anglosajones y hay que fastidiarse porque todo se lo quedan ellos.

Pero volvamos a una experiencia, que es de lo que se trata. Pese a todo lo que acabo de contar, empecé a escribir con 8 años, a los 12 hice un libro de 500 páginas y ya nadie pudo conmigo. Lo digo con el orgullo que da el hecho de haber visto cumplidos los sueños, todos, hasta el último que ha sido la Fundació Jordi Sierra i Fabra de Barcelona y la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra para Latinoamérica en Medellín, Colombia. En mi adolescencia pasé de leer novelas cutres a los cómics de Flash Gordon, Rip Kirby y el Capitán Trueno. Mis héroes. Luego ya pude alquilar libros mejores (siempre alquiler, ninguna biblioteca). Mi novela más impactante fue “El filo de la navaja”, de William S. Maugham. Fue el espejo en el que quise reflejarme porque yo quise ser como el prota. Después me marcó el de “El manantial”, un tipo capaz de destruir su obra para ser fiel a sí mismo. Demasiado. Yo fui una isla. Y también una roca, impermeable a todo lo que no fueran mis convicciones. Lloré, me tragué muchas veces mi orgullo, resistí. Hasta los 22 años trabajé de día y estudié de noche. A esa edad, y después de dos años haciendo pinitos en la prensa musical, di el salto y me emancipé. Ya nadie pudo detenerme. Por eso digo que yo empecé a vivir, por ser libre, a partir de los 22 años.

Hoy en día el verdadero acto de rebeldía consiste en leer, en desafiar a los ignorantes que dan la espalda al universo que se esconde detrás de una buena novela.

Antes no existí.

Sin embargo, aun en este erial vacío, sin bibliotecas, yo devoraba un libro de los que alquilaba al día, como mucho me duraban dos días. Leía sin parar, y leer me salvó la vida. Fue la clave. No recuerdo lo que he estudiado. Lo que he leído sí, todo. La mayoría de males que acechan al mundo hoy son debidos a la falta de cultura, a que en muchos países sus gobernantes saben que es mejor mandar dictatorialmente a un enjambre de burros, porque a un pueblo culto no se le puede manipular ni mentir. La mayoría de personas cultas no destrozan la naturaleza, no arrojan mierda a los mares, no pegan a sus mujeres ni se dejan pegar por sus maridos, no tiran colillas que incendian bosques. La cultura es la base de todo, aunque lamentablemente en España los jóvenes sigan asociando libros y cultura con escuela, con aburrimiento, con el hecho de que leer es un peñazo reservado para raros y raras. Con tanto como hay que hacer, o tanto por leer, es decir, tanto por SENTIR...

Por todo eso y más, soy el mayor defensor de las bibliotecas que existe. Hoy en día el verdadero acto de rebeldía consiste en leer, en desafiar a los ignorantes que dan la espalda al universo que se esconde detrás de una buena novela. Sólo con ideas propias, carácter y personalidad seremos diferentes y especiales. La biblioteca, y lo digo con pasión, es la mejor y más grande discoteca lúdica de este tiempo, y gratis. Eso sí “coloca”. Y de verdad. No hay mejor “chute” que el que nos provoca una buena historia. Beber, fumar mierdas o desafiar los límites del cuerpo no nos va a cambiar la vida salvo para mal (mentes paranoicas, hígados destrozados, personalidades esquizoides), mientras que leer nos hará llegar a la Luna de nuestros sueños. Y lo dice alguien que ha hecho miles de esos “viajes”. Leer es un grito, queridos borregos.

Un grito para recordar que estáis vivos.

Hoy en día hay bibliotecas en casi todas partes, cerca. Es una maravilla. Se me pedía con este texto que hablara de mi experiencia lectora y como ayudan las bibliotecas. Espero que se me haya entendido todo. Mejor no puedo ni sé decirlo. Uno de mis mayores orgullos hoy es ser en muchas bibliotecas de España el autor infantil y juvenil más solicitado y leído. Por Dios, ¿se puede pedir un goce mayor?Bueno, supongo que sí: seguir escribiendo, hasta que reviente.

 
Descargar el artículo (formato.pdf)
 
 
 
 
<< atrás