EL PAPEL DEL PROFESOR Y DE LA BIBLIOTECA : “EL GUARDIÁN DE LOS LIBROS” DE BORGES. Pues bien, mantener ese niño que todos llevamos dentro es desde luego la impronta que más se parece a las transgresiones de que hablamos. Es lo mismo que hace “ El Guardián de los Libros” del maravilloso poema de J.L. BORGES: Ciertamente, este custodio de los libros del poema, llamado Hsiang, no se puede decir que sea exactamente ninguno de los roles asignados al ámbito del libro y la lectura. No es un bibliotecario, pues confiesa no saber leer, ni un escritor o un lector al uso, ni un intelectual, sino alguien más sencillo, el que “vigila”, el que custodia esos libros con la convicción de su singularidad; por eso lo explica con continuas imágenes sobre la experiencia y el tiempo. El libro, los libros, sobreviven y explican –es decir, despliegan- el mundo, cuyos límites se confunden, como luego dirá en “ La Biblioteca de Babel”, con los del propio universo. Infinitud laberíntica, perplejidad, conciencia en fin sobre los hilos que unen lo real y lo imaginario, lo pasado y lo que está en los libros, con la idea medieval y mística a fin de cuentas, de la salvación y preservación de todo este caudal –“el padre de mi padre salvó los libros”-. Estos libros que nuestro enigmático personaje guarda en la torre sí que nos evocan el mundo de los libros secretos y prohibidos, de la censura y la exclusión respecto a quienes no se ha dado acceso a estos “tesoros de la lectura”, de toda esa gente humilde o marginada que se ha quedado a las puertas de este inmenso tesoro, aunque estos primeros atisbos sean ya una forma de vivirlo, “qué me impide soñar / que alguna vez descifré la sabiduría”, dice el poema. La torre, la casa, el cuerpo, el mundo... metáforas en suma del universo cuya correlación (en especial, cuerpo-casa-mundo) ha puesto de evidencia M. ELIADE. El libro, los libros que están en la torre son en realidad las historias que pueblan nuestra imaginación, de ahí esa vinculación simbólica, ese destino que en BORGES, a diferencia de KAFKA, es bastante más gozoso, en la medida en que es como las vías ascética o iluminativa del conocimiento de Dios. En coherencia con esta imaginería borgiana, parece claro que el objeto de la enseñanza de la lectura y de la literatura no es crear lectores o consumidores modelo que compren todo lo que el mercado les ofrezca , sino, al contrario, crear lectores críticos , disidentes , con capacidad de asombro, cercanos a la realidad literaria como lo está nuestro guardián de los libros; ello implica estar dotado de una suficiente “competencia literaria”, esto es, de habilidades capaces descifrar y entrar en complicidad con los textos que no proporcionan ni las campañas de marketing ni las buenas intenciones de los padres -que buscan afanosamente el libro adecuado el día del cumpleaños del chico-, ni siquiera Internet en sus vastos dominios. A pesar de su aparente desfase en esta era de la información, sigue siendo la escuela, el maestro, el principal agente de “contagio”, el transmisor de este “virus” de la lectura (tal como acaece en “Farenheit 451” de R. BRADBURY) ya que los libros sólo pueden sobrevivir de verdad, al igual que la Emperatriz Infantil de ENDE, en la imaginación viva de los lectores, y no en los estantes. Por consiguiente, leer es actualizar el potencial de sentido que tiene una obra, y para ello –otra perogrullada- hay que enseñar a leer, pero no de este modo apresurado o superficial que hace el “lector ingenuo”, el que lee todo como si estuviera ante las páginas de una guía telefónica, sino haciendo “surcos” en la lectura, favoreciendo eso que se llama “el lector experto”, el que de verdad dialoga con el texto hurgando en todos sus recovecos, el que va siguiendo las pistas o formulando conjeturas sobre ese universo que se va construyendo ante sus ojos. Así, es conocido que los lectores del s. XVII entendieron el Quijote como una obra festiva, jocosa, y que sólo lectores más avezados han sabido con el tiempo descubrir ese tejido inconmensurable de dobles sentidos, ironías y apuestas por el ser humano que es posible ver, entre líneas, al trasluz de gigantes, molinos, manteadores y otras anécdotas. Lo mismo pasa con la literatura infantil/juvenil: los niños están conociendo a los clásicos, como PERRAULT, los GRIMM, ANDERSEN, STEVENSON, SALGARI y tantos otras a través de versiones sesgadas, podadas o coloreadas al modo más burdo, cuando no de escandalosas versiones en dibujos animados o películas que coinciden todas en simplificar, alterar o reducir la riqueza del texto a una serie de caricaturas, truculencias o efectos que se suponen van a distraer al niño. Con estas caricaturas o adaptaciones de bajo nivel (y presupuesto, no olvidemos el componente económico de estas ediciones) no se logra desde luego un lector más diestro y sensible, por no hablar del tema de los valores, ni se respeta esa manera específica de leer de los niños, abiertos al mundo de la creatividad. Conscientes, como los amigos del Quijote, del “peligro potencial” de los libros, debemos no expurgarlos o censurarlos pero sí ayudar a los niños a moverse en esta maraña del mercado y a formarlos como lectores antes que como simples consumidores , en suma, a embarcarlos en esa aventura que lleva a descubrir el “tesoro” oculto en muchos de estos libros. Tesoros, pues, de la lectura para formar los niños de hoy y los ciudadanos de mañana, si queremos que sean más libres, tolerantes y críticos con la realidad -sin duda, dura, como todas- que les tocará vivir. LAS TIC Y LA LECTURA : LA NUEVA BIBLIOTECA DE BABEL J.L. BORGES nos habla en su cuento del universo como una gigantesca biblioteca de infinitas moradas por donde deambulan jefes de sección, gerente, traductores y simples lectores. Cada cual tiene su ocupación en ella, aunque los hay que codician los códices secretos que otorgan fama y poder, acaso el catálogo de los catálogos. BORGES nos describe una abigarrada tipología de gentes: los buscadores oficiales, los charlatanes, los escépticos y, especialmente, el Hombre del Libro, que, como el Guardián del Libro que acabamos de citar, actúa como un funcionario remoto que custodia en alguna recámara la palabra perdida, el libro que es cifra y compendio de todos los demás. Lo que más nos interesa ahora es esta metáfora del mundo como signo o texto laberíntico, mundos sobre mundos, que encuentra su eco en la crítica moderna, desde semiólogos como I. LOTMAN y su visión de la cultura como una articulación de códigos, a las imágenes no menos sugerentes de W. MIGNOLO, y sus especulaciones sobre el lector experto y el lector ingenuo, y a nivel del texto, sobre las diferencias entre la comprensión teórica y la comprensión hermenéutica. Ciertamente, leer es interpretar signos, descifrar, iniciar una aventura hermenéutica que es a menudo iniciática , porque emprender una aventura –lo constatamos en los cuentos de hadas y en los mitos- implica siempre saber distinguir correctamente las señales que nos salen al encuentro, tomar las decisiones correctas, en eso se resume el papel del héroe, no sólo en actuar sino en discernir por ejemplo qué camino o quién puede ser el agresor o el traidor, cuyos signos son evidentes por formar parte de un código ya analizado por V. PROPP (entra de forma taimada en la escena, dirige palabras engañosas...) El lector superficial pasea feliz por la Biblioteca de Babel, no tiene el asombro o la inquietud que le lleve a plantear inferencias o a formular conjeturas, es un lector de primer nivel, un “paseante”, no un experto, y por eso no sabe diferenciar una lectura literal y una lectura entre líneas. El lector experto , en cambio, como un arqueólogo, sabe moverse por las paredes y jeroglíficos de estos recintos de espejos multiplicadores que son el mundo de la lectura, tiene más pertrechos, sabe procesar la información con distintas técnicas, graduar la “lente” de su entendimiento para captar mejor un grupo de signos y relacionarlos, si cabe, con otros trazos y lugares antes recorridos. Ciertamente, las Nuevas Tecnologías parecen haber trastocado un poco esto, en el sentido de que el lector experto debe moverse, no con la morosidad de un arqueólogo que lee inscripciones, sino con la vertiginosidad de quien toma los mandos de un videojuego, tal es la multiplicación de salas y enseres que nos propone la “sociedad de la información “. De todos modos, Internet es una magnífica analogía de la Biblioteca de Babel , incluso en su aspecto laberíntico y cambiante. El mundo de Internet es un mundo donde los textos, al igual que en la tradición oral, son más evanescentes o inestables, aparecen/desaparecen a través de distintos planos, saltan de un lado a otro gracias al lenguaje hipertextual, cohabitan con otros elementos de una página web, etc. Por eso decíamos que ya no se puede asociar de forma total la lectura experta a la lentitud, o al lento escrutinio del arqueólogo y sus fuentes. De hecho es tal la avalancha de información que se nos viene encima, que es preciso adiestrar a ese lector inexperto a “sobrevolar” el texto, a “cazar al vuelo” los mensajes.... Así que, de este retablo inmenso que es Internet, hay que saber bien dónde ubicarnos porque desde luego, la pantalla de Internet -incluso cuando tenemos una biblioteca digital delante- se presta a que trabajemos como lo que es, una ventana abierta a otras informaciones, que como un universo cerrado. Lo cual nos lleva a otra analogía borgiana, el ALEPH, la ventana abierta al mundo y al conocimiento. Sostienen algunos autores que la literatura infantil nació o se consolidó con los cuentos infantiles de la época de PERRAULT, como una especie de hijastra de la pedagogía y del folklore, y, en esta nueva cibercultura, la globalización también nos impone nuevos mestizajes . No vamos a analizar cuáles son los todos los componentes, pero lo que sí es cierto es, que Internet está integrando rápidamente textos y discursos, por eso es posible encontrar en una biblioteca digital clásicos, autores contemporáneo, foros de discusión con aportaciones y reseñas de los lectores, imágenes o archivos audio, contenidos literarios en formato audiovisual o multimedia y todo un sinfín de recursos, como el e -book o libro digital, o la reciente proliferación de blogs , podcast , etc. De esta forma se va haciendo un uso más experto de esta gran Biblioteca de Babel, transitada ahora de mil maneras, entendiendo por fin que no se trata de sustituir lo analógico por lo digital, el papel por la pantalla, sino de poder transitar todas la variedad de moradas que componen este bosque de signos. Por eso hay que reivindicar el enfoque cultural del tema, la perspectiva de I. LOTMAN y su SEMIÓTICA DE LA CULTURA o el enfoque del francés Pierre NORA, y su metodología de los lugares de memoria (lieux de mémoire), porque ambos entienden el patrimonio cultural como la memoria viva de una colectividad, y lo literario, visto así, es menos, un sótano donde los libros se apilan entre el olvido que un bloque de oficinas –eso sí, a veces kafkiano- donde circulan los expedientes y archivos. Por qué una cosa tuvo importancia en su día y ahora yace olvidado (como un yacimiento arqueológico) y por qué otro libro o texto es percibido por la colectividad como parte viva de su identidad, es algo que Borges trata de desvelar a veces con su discurso de la perplejidad, por ejemplo, a propósito del Quijote. Pero lo cierto es que hay hitos literarios de nuestra cultura y otros textos en penumbra, en semi-obsolescencia. Y otros, en cambio, en un auge creciente, como ocurre con la llamada literatura fantástica: ni el uso de estereotipos propios de la paraliteratura explican del todo el auge actual de la ficción fantástica entre los jóvenes, sino que ello está muy relacionado con las nuevas prácticas culturales de la lectura y con géneros muy próximos a la narrativa posmoderna, como las sagas o series novelescas fantásticas ( Stars War ). De hecho, la propia composición de las sagas como una serie de libros o “entregas”, con sus precuelas , secuelas y su tendencia a ser escrita por varios autores ( escritura alógrafa ), abre interrogantes sobre los conceptos clásicos de “obra” y “autor”, y a ello está contribuyendo su relación con prácticas culturales como el fanfiction o los blogs. Sobre el fundamento de conceptos como “transficcionalidad” (cf. R. SAINT-GELAIS), debemos indagar los nuevos modos de lectura apropiados para estas narraciones seriales , volcados más hacia una lectura extensiva y multimedial. Igualmente, es de destacar el papel emergente de las mitologías modernas que, a partir de patrones folklóricos conocidos (por ejemplo, la cosmogénesis) están creando mundos, personajes e historias de gran éxito entre los jóvenes en Europa. No obstante, la mercantilización también está produciendo, como denuncia SINGER, mecanismos de falsificación ( fake lore / folklore), que él ejemplifica con cuentos y mitos de los indios nativos de USA, pero que nosotros podemos aplicar fácilmente a las tradiciones de los clásicos infantiles ( Caperucita , Bella Durmiente …) en sus versiones DISNEY, lo cual se da además en muchas otras editoriales, con traducciones, adaptaciones, etc. más que discutibles. Así pues, la Biblioteca de Babel, podríamos decir, está llena de trampas, de espejismos, de “trompe l´oeil”, y ese mundo de “ilusiones” y de efectos es especialmente pertinente cuando se habla de literatura para niños o jóvenes. En suma, la lectura es un mundo sobre otro mundo , un mundo mental o “virtual”. La literatura es, pues, esa vastedad de la Biblioteca de Babel, ese archipiélago de desconocidas islas y playas por visitar por Robinsones apenas pertrechados. El profesor es ese mediador, ese guía que avisa sobre itinerarios, rutas, estado del tiempo... que da apoyos, como dar esos “hilos de Ariadna” para moverse por el laberinto o inducir a jugar con el intertexto del lector (cf. A. MENDOZA). Importan, pues, todos esos pequeños detalles que pueblan los cuentos de Borges: las lentes, el atril, la mesa, la luz, los espacios -físicos y mentales- de la lectura. |