“Animar a leer resultaría más sencillo si se entendiera como un ejercicio de libertad y se orientara a cada lector de forma individualizada, según su nivel académico y sus intereses.”
Beatriz Osés
"Escribir, valorar la imaginación, leer en voz alta, permitir tiempos para la lectura silenciosa y voluntaria en clase. Abrir el abanico de posibilidades a través de las bibliotecas escolares y municipales, orientar sobre clásicos y autores contemporáneos, conocer los gustos de los alumnos, compartir las lecturas y las experiencias. Para los maestros y los profesores, resulta esencial el apoyo de los padres y de la sociedad en esta aventura.”
Beatriz Osés
“Son los suyos una serie de cuentos mínimos, repletos de fantasía, lo suficientemente ágiles como para (es el peligro) pasar sobre ellos sin llegar al fondo de lo que quieren transmitir, sin calar, totalmente en las exquisitas calidades poéticas que encierran.
A caballo entre el aforismo y la greguería ramoniana, estos breves textos tienen tanto o más de poesía que de prosa. Tal vez sería conveniente catalogarlos en la prosa poética….
Una obra de muchos quilates, con ilustraciones no menos interesantes de Carmen Díaz que lo convierten en un libro singular”
Antonio Gómez Yebra. Diario Sur de Málaga
“Cuentos breves, que juegan con lo inesperado y lo imposible para sorprender al lector y para hacerle reír con sus asombrosos desenlaces, muy adecuados para lectores de estas edades”
Victoria Fernández. Directora de la revista CLIJ en El País. Babelia
El tobogán
Uno a uno los niños se fueron arremolinando en torno al tobogán del parque al tiempo que miraban hacia arriba. Luego inventaron toda clase de gritos de ánimo y agitaron los brazos para que se tirase. Pero él no se movía. Al verle allí sentado, una pequeña se acercó a la escalera y decidió subir poco a poco los peldaños hasta llegar a su altura. ¿Puedes bajar ya?, le preguntó conmovida. Él negó con la cabeza lanzando al aire un pequeño suspiro azul. ¡¡Nosotros también queremos subir!!, exclamaron a coro los niños desde la arena. Pero él se limitó a encoger los hombros con resignación. Fue entonces cuando comprendieron que se había quedado atascado otra vez y decidieron subir en tropel para darle un último empujón… El elefante pudo sentir, como cada tarde, la brisa en las orejas mientras descendía por la rampa del tobogán.
El lobo verde
Había una vez un lobo verde que balaba las noches de luna llena. El resto de la manada se desternillaba de risa pero las ovejas lo adoraban.
La cigüeña
Cuando sonó el timbre de la casa, la cigüeña se acercó a la puerta principal hecha un manojo de nervios… Llevaba ya varios meses esperando aquella visita. Tragó saliva y notó cómo se le aceleraba el pulso. Al abrir la puerta, descubrió a un desconocido que llevaba una cesta en sus manos. La cigüeña miró enternecida en su interior… El señor venía de París.
Las lagartijas
Las lagartijas habían hecho un curso de papiroflexia porque querían volar y llegar hasta el sol… Aquella mañana todas se habían montado entusiasmadas en el avión de papel que habían fabricado en los últimos meses. Antes de despegar, una de ellas había activado el ventilador de la mesa de la cocina y el avión se deslizó a toda velocidad sobre la superficie de madera. Con la emoción, ninguna se había acordado de abrir los cristales de la ventana…